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Le pregunté al ex secretario qué proyecto creía
que tenía Arenales Forno para la institución y su
reacción fue de descrédito: “No tiene ninguno o en
todo caso el de reducir sus capacidades, como con
la dirección de Archivos de la Paz. Su aspiración
es permanecer cerca del Presidente. Él está incó-
modo en la Sepaz”. Sin embargo, Blanco comparte
con Arenales la idea de fundir la institucionalidad
de la paz y derechos humanos a tal extremo que
ambos me describieron el asunto con palabras
idénticas: el ámbito de la Copredeh es el más am-
plio y en el que más posibilidades hay para hacer
cosas, pero administrativamente es la Sepaz la que
goza de un andamiaje más sólido: si sólo se pudie-
ran juntar ambas…
En todo lo demás, están en desacuerdo. Lo es-
tán en la forma de entender la historia del país,
sobre todo. Pero también, como es deducible, en su
voluntad de defender o de atacar el estado en el
que se encontraban las entidades de derechos hu-
manos el día del traspaso de mando.
Arenales Forno cree que la Sepaz y el Progra-
ma Nacional de Resarcimiento están podridos, que
se han vuelto burocracias grandes y corruptas, con
un sesgo ideológico marcado y reivindicaciones
trasnochadas, con un mandato de reparar a las víc-