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Parte 3. El abogado en la sombra
“No he dado jamás un consejo perverso a un go-
bierno o a un príncipe, pero no me desmoroné con
ellos. Después de los naufragios hacen falta pilo-
tos para recoger los náufragos.”
Talleyrand, vida y sentencias, de Guillermo del
Bosco
***
Que él creyera que la élite económica y el ejército
habían desempeñado un papel importante para el
país o que tuviera coincidencias con ellos no lo
convertía, me dijo, en el intelectual orgánico que
muchos aseguraban. Tampoco que le hubiera dado
charlas, conferencias o consejos al alto mando, o
que hubiera sido, en la diplomacia y en el derecho,
un bastión defensivo para los militares y el Estado
durante tantos años. Era simplemente alguien que
ponía sus conocimientos al servicio de las decisio-
nes de sus jefes (incluso cuando no estaba de
acuerdo con ellas) si no conseguía cambiarlas.
Asesoraba. Opinaba. Lo que pasaba, me dijo, es
que muchos (guatemaltecos y extranjeros) tienden
a olvidar que Guatemala no fue otra cosa que el