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También había dicho que la labor de resarci-
miento y dignificación tenía que centrarse en las
víctimas y no en los verdugos. Le pregunté a Ríos
si eso en todo caso no pasaba por enjuiciar los
crímenes y hacer justicia. No lo negó, pero habló
con precisión y sin molestia: “Lo que se debe ha-
cer valer es el debido proceso. No creo que sea
justicia que al General Ríos Montt se le someta a
ocho audiencias en menos de tres meses. El Gene-
ral Ríos Montt no gobernó este país 50 años”.
Justo antes de despedirnos me dijo: “Si se poli-
tiza la justicia, ¿en quién van a creer el ciudadano
más pobre y el más rico?”
Salí a la calle ya de noche y allí se vislumbraba
aún la patrulla, oscura como una pantera dormida.
Me fijé en un par de agentes que permanecían vi-
sibles bajo la luz de una esforzada farola. Parecían
aburridos como si no tuvieran un lugar en la histo-
ria.