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un creyente del sistema de pesos y contrapesos y
de la participación con reglas claras. “Pero yo no
lo tildaría de conservador en muchos temas. A mí,
Martín me dice que soy la más liberal de los con-
servadores”, añadió en alusión al director de Plaza
Pública. “Tono es tan liberal en lo social que a al-
gunos les molesta”.
No era eso lo único en lo que coincidían ambos.
El abogado era un hombre que siempre había teni-
do cercanía con lo militar por los cargos de su pa-
dre y comprendía el papel de la institución arma-
da (Ríos utilizaba a menudo este circunloquio)
tanto en tiempos de paz como en los de combate.
De hecho, recordaba que había pronunciado confe-
rencias sobre ello ante el ejército (luego Arenales
me diría que eso no significaba nada: también las
había dado para el Frente Farabundo Martí para la
Liberación Nacional en el Salvador). Además, de-
fendía la causa de su nación con gobiernos de dife-
rentes banderas. Y sostenía las mismas ideas que
ella acerca de la Reconciliación.
¿Cuáles eran esas ideas? Alguna vez lo habían
hablado entre ellos y, según Ríos, el punto de par-
tida era que la población civil sufrió demasiado en
la guerra, “dolores grandes”. (Días después pude
notar que cuando Arenales Forno hablaba de víc-