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nificaba (resumo dos frases distintas): “Estado de
derecho con plena o la mayor garantía de la vigen-
cia de los derechos humanos con una ciudadanía
representada en los diputados y con mecanismos
de participación y de control ciudadano en las de-
cisiones”.
Le expliqué entonces a Ríos que mientras algu-
nos de mis consultados lo consideraban un hombre
que había desempeñado un papel positivo para la
democracia y la paz, otros veían en él a un reac-
cionario, a alguien que actualmente defendía la
impunidad, y que en una conversación un alto fun-
cionario de gobierno me lo había tildado de fascis-
ta.
“Entonces”, le pregunté, “¿es un demócrata?”
Zury Ríos tardó en responder y cuando por fin
habló contestó con un juego de palabras:
“Es muy republicano”, replicó riendo por su
ocurrencia.
Aunque en realidad la idea casaba muy bien
con la cercanía que el entonces embajador Arena-
les Forno cobró con algunos grupos radicalmente
conservadores de la política norteamericana, le
expliqué –pero no hacía falta– que me refería a la
dicotomía demócrata/autoritario y no a la demó-
crata/republicano. Entonces ella lo describió como