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la lucha contra las drogas, que Guatemala acababa
de perder; y la obtuvo).
En tiempo de Berger fue diputado eferregista y
luego embajador ante la Unión Europea: en lo
primero presidió la Comisión de Relaciones Exte-
riores y consiguió el dictamen favorable para el
Estatuto de Roma, que nunca se aprobó; fue
miembro de las salas de Defensa y Derechos Hu-
manos; lideró con argumentos jurídicos y naciona-
listas la oposición del FRG a la Ciciacs (que se
aprobaría como Cicig, o Comisión internacional
contra la impunidad en Guatemala) y a que se ins-
talara en el país una representación del Alto Comi-
sionado de Derechos Humanos. Participó en las
negociaciones y en la redacción del texto; y apoyó
a la diputada Zury Ríos en sus luchas por la equi-
dad de género, por las pensiones, por la niñez, por
los derechos sexuales y reproductivos.
Colom, después, lo mantuvo en el otro cargo; y
entonces encabezó las negociaciones del Acuerdo
de Libre Asociación entre Centroamérica y la
Unión Europea.
Otto Pérez Molina lo hizo, en enero, su secreta-
rio de la Paz.
Pero es mucho más que eso.