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ticos en aquel tiempo cercanos a él aseguran que se
movió para impulsar la candidatura del vicepresi-
dente Gustavo Espina).
Con Ramiro de León fue subsecretario de la
Presidencia y escudero en la Comisión de Paz, y
aunque durante el gobierno de Arzú se quitó de en
medio (renunció porque "no sentía confianza de
parte del Presidente"), ya había dejado firmados,
con aportes fundamentales suyos, algunos de los
Acuerdos de Paz sustantivos.
(Miguel Ángel Sandoval describió así cómo era
en aquella época: “un personaje con luces en unas
comisiones bastante grises. Alguien que no ve los
derechos humanos como una molestia, sino como
algo consustancial a la democracia”. Mauricio Ló-
pez Bonilla, un ex militar hoy ministro de Gober-
nación, recuerda que en las discusiones con URNG
“Rosada pretendía demostrar su calidad intelec-
tual. Tono, su increíble astucia. Juega con escena-
rios de complot, tiene una mente diseñada para
develar complots y le encantaba”).
Portillo lo mandó como embajador a Ginebra
(donde rindió culto a los EE.UU. y a Israel), y lue-
go fue enviado como embajador a Washington
(donde peleó por la recertificación como aliado en