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En los grandes momentos que desde la élite
moldearon el sistema político actual, el secretario
estuvo siempre sumergido en los acontecimientos.
Fue diputado en la Asamblea Constituyente de
1985, que le abría paso a esta democracia, y pesó
en el debate y pesó en la redacción.
Asesoró a Alfonso Cabrera cuando éste era mi-
nistro de Relaciones Exteriores en el gobierno sub-
siguiente, y al ejército, y viajaba a Ginebra, cono-
ciendo todos sus entresijos, a defender al Estado de
las acusaciones de haber violado los derechos hu-
manos, a presentar la cara amable de la contrain-
surgencia.
Formó parte de la delegación de Guatemala en
el proceso de paz centroamericano, primero con la
mediación del Grupo Contadora y después en Es-
quipulas.
Promovió ante el entonces canciller Arzú y so-
bre todo frente al presidente Jorge Serrano Elías, el
reconocimiento de la independencia de Belice (“el
reconocimiento de que tenían un gobierno, y que
tenían un territorio, pero no la extensión de ese
territorio”, acotó Arenales).
Estuvo cerca de Serrano en el “Serranazo”, el
autogolpe de Estado (él cuenta que abogó por la
reforma constitucional y las elecciones y dos polí-