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quier lugar en el que adquiera ascendiente. Eso es
algo que suele suceder entre quienes coinciden en
dos cosas: reconstituir la autoridad de Estado y
limitar el poder de la oligarquía “moderna” y sus
“intelectuales”.
“No es un conservador criollo terrateniente”,
afirma Sandino Asturias, ex insurgente, y pariente
lejano de Arenales según descubrió hace no mu-
cho. Es un conservador “estudiado y con una vi-
sión estratégica del Estado”, y de ahí que promo-
viera, desde 2004, cuando era diputado del FRG,
ratificar el Estatuto de Roma y la Corte Penal In-
ternacional, que tanto preocupaba a los que creían
que podría servir para encarcelar a los viejos ofi-
ciales del ejército. “Arenales entendía que la ratifi-
cación era favorable para Guatemala, y que en
ningún modo iba a servir para juzgar a militares”,
porque no tenía efecto retroactivo.
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“Casi siempre está sumergido en los aconteci-
mientos, dentro de los partidos, entre la envoltura
impersonal de su cargo, tan invisible y activo co-
mo el mecanismo de un reloj. Y rara vez se consi-
gue captar, en el tumulto de los sucesos, su perfil