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foto con Franco, aunque no lo iba a hacer. “¿Una
foto de su padre con Franco?”, le pregunté. Me
explicó que era una foto de su padre y de él y de
otros miembros de su familia con el dictador que
se había sublevado contra la II República española.
Databa de la primera mitad de los años setenta,
poco antes de la muerte del general. Tras un inten-
to de secuestro por parte de la guerrilla, Arenales
Forno, formado con los jesuitas del Liceo Javier y
de la Universidad Rafael Landívar, se había exilia-
do a España a estudiar en la Universidad de Nava-
rra, del Opus Dei, que dio tantos tecnócratas fran-
quistas. Y su padre, que hasta hacía poco había
sido ministro de Gobernación y responsable de la
policía judicial del presidente de ultraderecha Car-
los Arana (y antes ministro de Economía y Trabajo
de Carlos Castillo Armas), ahora estaba de visita
en España como canciller. Franco había llenado de
banderas de Guatemala todo el camino desde el
aeropuerto hasta el lugar en que los recibió.
Aunque exceptuando a un par, mis entrevista-
dos habían definido a Arenales como un conserva-
dor casi radical, con tintes liberales en lo social, a
principios de los ochenta él había sido fundador de
la Unión del Centro Nacional. No quería alinearse,
me había dicho, ni con la extrema derecha ni con