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–Pero ante un diagnóstico tan claro es extraño
que…
Justo aquel día se había reunido con la Acade-
mia de las Lenguas Mayas.
–He recibido propuestas. Guatemala necesita
superar estas dosis de exclusión y racismo que hay
en la sociedad. A mí me cae muy mal que se haya
politizado el término “cohesión social” que es tan
fundamental en términos de no discriminación,
inclusión y eliminación de la pobreza extrema.
A mediados de los años 90, cuando Antonio
Arenales Forno pertenecía a la comisión negocia-
dora de la paz, se implicó sobre todo en dos de los
acuerdos sustantivos: el de derechos humanos y el
indígena.
En el primero, fue uno de los promotores de no
reconocerle al MATADERO60/96 el nombre de
conflicto armado no internacional, una voz cargada
de connotaciones jurídicas, y sustituirlo por la idea
más innocua pero, como él dice, semánticamente
irreprochable, de “enfrentamiento armado”. De
hecho, ya años antes, cuando aún se fraguaba la
estrategia del Estado para la gestión internacional
de la guerra él había tenido un papel estelar. Lo
habían llamado a consulta y, en buena medida, de
su respuesta dependía si lo de Guatemala –con los