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Pero en el sentido más general y neoliberal, en
la voluntad de debilitar el Estado, parece un misil
que estalla en el objetivo incorrecto, un adjetivo
fracasado.
No habla Arenales –no está en sus palabras– ni
de incentivar la inversión relajando los impuestos
ni del salvífico derrame de la riqueza.
De la lectura de un cuaderno de análisis,
una conferencia y de algunas conversaciones con
miembros del gabinete de gobierno, con el ex vi-
cepresidente Eduardo Stein, con un ex presidente
del Congreso y algún que otro asistente a un gru-
po de debate en el que el Arenales participa, se
extrae que en los últimos años el secretario de la
Paz ha estado reivindicando ciertas ideas poco
predecibles. Por ejemplo:
1. Que el Estado debe ser socio de las empresas
extractivas.
2. Que se precisa empujar una reforma agraria y
un impuesto caro a las tierras ociosas.
3. Que los grupos de derechos humanos le de-
ben al país una reparación monetaria porque, aun-
que no lo reconoce en público, opina que “están
haciendo su agosto” y han roto el equilibrio de los
Acuerdos de Paz.