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ilustrar ciertos rasgos de su carácter y de su con-
ducta. Su proyecto, que yo había imaginado algo
coyuntural, si es que lo tenía, algo funcionarial –un
plan para una secretaría de Estado–, era sin embar-
go un proyecto profesional longevo, el empeño
muy controvertido de una vida casi entera.
Pero en ese esfuerzo o empeño había participa-
do en la mayoría de los grandes momentos políti-
cos como un actor secundario relevante –como los
personajes que acompañan a Spínola y Nassau en
la rendición de Breda– y ahora, justo ahora, 25, 15
años después, emergía de nuevo intentando refor-
mar aquellas instituciones, encarnando en cierto
modo a un mismo tiempo la figura del fracaso y la
reforma.
O materializando también algunas de las con-
tradicciones más lacerantes de Guatemala: la ley
que choca con el derecho que chocan con la justi-
cia, la amnistía para la paz y la paz sin ganas, la
paz turbada, la paz con víctimas, la paz sin resar-
cimiento completo, la reconciliación sin reconci-
liación, los fraudulentos pactos de elites sin res-
paldo, la rutilante oligarquía y los famélicos desha-
rrapados y el ejército agresor, lo colectivo, frente a
lo individual, el Estado, el interés común, la auto-
cracia.