Andrés Zepeda /

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síndrome de Estocolmo nos retrata de cuerpo y alma enteros.

No hay que creer ni dejar de creer, solemos pensar y decir 
los chapines. El miedo (que a veces es pavor), la desconfianza 
(que a veces es rechazo) y la indolencia (que a veces es pará-
lisis) nos impulsan a querer quedar bien a la vez con dios y 
con el diablo. El sadismo más brutal convive dentro de noso-
tros amancebándose con la más tierna candidez. Somos una 
sociedad antisocial, un lienzo humano descosido por todos 
lados, un cuerpo colectivo con cuadro de esquizofrenia.

Por eso estamos como estamos. Y por eso, diría mi amigo el 
borracho, no tenemos el gobierno que merecemos; más bien, 
tenemos el gobierno que somos.

La evidencia es demoledora.