/ Cambios para no cambiar
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cia como lo ha hecho Medellín: con educación, protección
social y cultura. En cambio, dice, aquí “le quitamos el 15 por
ciento de presupuesto a Cultura y Deportes y le aumentamos
las asignaciones a la compra de armas, además de quitarles
los controles de transparencia”. Esa no es inteligencia para
combatir la violencia, se queja, no obstante admite que la
ciudadanía “está desesperada y quiere ver sangre”.
¿Qué hubo del proyecto Cuatro Balam, aquel parque nacio-
nal que supuestamente integraría, protegería y estimularía
los sitios arqueológicos de El Mirador y Tikal? ¿Qué hubo de
la Ley de la Dignidad Humana? ¿Los 700 mil empleos? ¿Las
200 mil viviendas populares? ¿Qué hubo del Ministerio de la
Familia? ¿El Plan de los Cien Días? ¿El Plan de la Esperan-
za? ¿El plan de choque sanitario? ¿El plan urgente de aten-
ción a la desnutrición infantil? ¿El Plan de Desarrollo Rural?
¿Las acciones medioambientales en prevención al impacto
provocado por el cambio climático? ¿Su compromiso con los
pueblos indígenas? ¿El cumplimiento “inquebrantable” de
los Acuerdos de Paz y los derechos humanos? ¿Los ocho me-
ses que pidió de plazo “para tener una seguridad estable”?
“En la práctica se aparentaban cambios para no cambiar”,
observa Fuentes Knight dejando entrever cierta carga emo-
cional no exenta de reclamo hacia el gobierno en el que se
desempeñó, y sobre todo hacia su timonel, Álvaro Colom,
cuya tibieza dejó sin frutos los esfuerzos –y las esperanzas–
de muchos: “No había un empuje decisivo, presidencial o
político-partidista”, escribe.
Fue “una larga noche oscura”, en palabras de Melini. “Man-
charon y quemaron el nombre de la socialdemocracia. La
clase política se desvirtuó como nunca. Los diputados salien-
tes son tan depurables como los que había en tiempos de
Serrano”.