/ Cambios para no cambiar

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socialdemócrata conservador”.

Conclusión con sabor a desesperanza

Cuatro años después de aquel hiperbólico discurso inaugu-
ral, ¿qué nos queda? Un racimo de promesas incumplidas 
y el tufo emanado de eslóganes gastados que hoy saben a 
estafa. “Las frases fueron negadas de manera rotunda y siste-
mática”, condena Gutiérrez.

Veamos.

¿El gobierno de la esperanza? “Esa fue la ilusión de Colom”, 
responde Godoy. “Pura retórica”, señala Incer. “Una opor-
tunidad perdida”, zanja Ardón.

¿El gobierno de los pobres? Ardón contesta: “Siempre hay 
muchos que hablan en nombre de los pobres, mientras que 
ellos son los que menos hablan”. Y Melini repone: “Se utili-
zó la pobreza como mecanismo electorero”.

La justicia, las garantías sociales, el resarcimiento –expresó 
varias veces Colom a la hora de hacer entrega de obras– son 
una obligación del Estado para con su población más nece-
sitada, no algo que la gente tiene por qué agradecer. Habría 
que reconocerle, al menos, el hecho de haber admitido en 
público una verdad que sus antecesores se negaban a ver. 
Que lo diga, si no, Óscar Berger: “Hagan el favor de desalo-
jar el parque, pues dan mal aspecto al turismo y a la imagen 
del país internacionalmente; vayan a trabajar a las fincas, 
que en Guatemala hay trabajo para el que quiere”, fue su 
regaño a un grupo de manifestantes.

¿Un gobierno con rostro maya? “Tal vez por eso fue un go-
bierno sin rostro”, se mofa Gutiérrez. “Si hizo algo por los 
mayas no fue porque eran mayas sino porque eran pobres”, 
repone Carrera. Fue bonito ver la Bandera de los Pueblos 
en todas las instituciones, pero no hubo trascendencia, tercia