Andrés Zepeda /
Pz
P
66
La reforma fiscal es una asignatura pendiente en la agen-
da de Guatemala, reconoce Ardón, cuya queja se centra en
que el abordaje del gobierno fue el mismo de siempre: “Uni-
dimensional, cortoplacista, dejando de lado aspectos como
transparencia, calidad de gasto, control de la ejecución pre-
supuestaria, etcétera. Querían ingresos, no reformas para el
desarrollo”.
El fracaso de la reforma tributaria tiene nombre y apellido,
postula Melini refiriéndose a Sandra Torres: “el sector priva-
do percibía que estaban haciendo piñata con los recursos del
Estado y que pretendían obtener financiamiento para seguir
una estrategia política que ellos asociaban con Evo Morales
y con Hugo Chávez; una propuesta reeleccionista con visión
de largo plazo. Dijeron que iban a gobernar por treinta años,
y estaban haciendo bases en áreas marginales y entre grupos
vulnerables”.
Fuentes Knight tenía una noción casi mesiánica de su rol
histórico y de su deber heredado en el mundo, pero con poca
experiencia política previa para manejar uno de los desafíos
cumbre del país, que ha ocasionado guerras y muchas muer-
tes, comenta Slowing. Le faltó callo, dice; y le faltó con cre-
ces, para vérselas con un sector privado cuya carta corriente
era ofrecer a puerta cerrada determinados planteamientos
discursivos “que luego no tenían nada que ver con lo que
hacían y decían públicamente”.
Este gobierno se vendió como extremadamente autónomo
del poder económico y yo cuestiono que haya sido así, ob-
serva Carrera. “Fue débil frente a ese poder, lo cual se de-
muestra en que nunca pasó la reforma tributaria. Lo que
molestaba era su discurso, porque sus acciones no fueron tan
independientes, y eso rompe también el mito de que fue un
gobierno inclinado al chavismo, enemigo del mercado, so-
cialista del siglo veintiuno… Nada de eso. Yo lo calificaría de