Andrés Zepeda /

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La reforma fiscal es una asignatura pendiente en la agen-
da de Guatemala, reconoce Ardón, cuya queja se centra en 
que el abordaje del gobierno fue el mismo de siempre: “Uni-
dimensional, cortoplacista, dejando de lado aspectos como 
transparencia, calidad de gasto, control de la ejecución pre-
supuestaria, etcétera. Querían ingresos, no reformas para el 
desarrollo”.

El fracaso de la reforma tributaria tiene nombre y apellido, 
postula Melini refiriéndose a Sandra Torres: “el sector priva-
do percibía que estaban haciendo piñata con los recursos del 
Estado y que pretendían obtener financiamiento para seguir 
una estrategia política que ellos asociaban con Evo Morales 
y con Hugo Chávez; una propuesta reeleccionista con visión 
de largo plazo. Dijeron que iban a gobernar por treinta años, 
y estaban haciendo bases en áreas marginales y entre grupos 
vulnerables”.

Fuentes Knight tenía una noción casi mesiánica de su rol 
histórico y de su deber heredado en el mundo, pero con poca 
experiencia política previa para manejar uno de los desafíos 
cumbre del país, que ha ocasionado guerras y muchas muer-
tes, comenta Slowing. Le faltó callo, dice; y le faltó con cre-
ces, para vérselas con un sector privado cuya carta corriente 
era ofrecer a puerta cerrada determinados planteamientos 
discursivos “que luego no tenían nada que ver con lo que 
hacían y decían públicamente”.

Este gobierno se vendió como extremadamente autónomo 
del poder económico y yo cuestiono que haya sido así, ob-
serva Carrera. “Fue débil frente a ese poder, lo cual se de-
muestra en que nunca pasó la reforma tributaria. Lo que 
molestaba era su discurso, porque sus acciones no fueron tan 
independientes, y eso rompe también el mito de que fue un 
gobierno inclinado al chavismo, enemigo del mercado, so-
cialista del siglo veintiuno… Nada de eso. Yo lo calificaría de