Andrés Zepeda /
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reducir su contribución en entrega de fincas. Lo que esto
demuestra, dice Incer, es una clara dificultad para entender
la dinámica de la pobreza en el campo, ya que, haciéndose
llamar socialdemócratas, “aplicaron represión y ofrecieron
una política pública mediocre y de muy baja ejecución”.
¿Hasta qué punto el dinero de los programas de asistencia
están generando la posibilidad de un desarrollo sostenible y
permanente?, se pregunta. Habría que ver la unidad familiar
como un eje de la política pública, agrega, apoyándola con
transferencias no necesariamente de dinero sino de semillas,
de animales, de tierras, o de capacitación.
“Yo me sitúo en los pies de un niño del área rural y mi ho-
rizonte es terrible: o me muero de desnutrición, o consigo
sobrevivir para convertirme en un proletario mal pagado
trabajando en una plantación de café o de azúcar, o me voy
de mojado. Esas son las posibilidades que el Estado guate-
malteco le brinda a la mayoría de su población”.
Cabe aclarar que el incremento de desalojos tuvo que ver no
tanto con políticas emanadas del Ejecutivo sino con órdenes
judiciales, regatea Blanco, pese a que hubo, eso sí, violencia
excesiva. Carlos Menocal, ministro de Gobernación saliente,
se defiende: “Creo que no se ha entendido cómo funciona el
proceso de judicialización de un caso. El gobierno no decide
antojadizamente desalojar una finca. Lo ocurrido en el valle
del Polochic, por ejemplo, fue una petición que hizo el Mi-
nisterio Público al juzgado de Alta Verapaz. Teníamos que
actuar; de lo contrario, cometíamos desacato”.
Vulnerabilidad ambiental
La problemática ambiental no se considera una prioridad
nacional porque, para empezar, no le interesa a la élite, ex-
plica Karin Slowing, y para colmo el ciudadano común es
muy poco consciente de su relevancia. Destaca, sin embargo,