Andrés Zepeda /
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ran por él. “Lo político”, dice, “se resolvió con clientelismo
y con transa”. La cartera, según cálculos de Blanco, terminó
ejecutando unos 20 mil millones de quetzales, sin que ese
gasto se haya visto reflejado en obras de infraestructura ni
mejoras en la red vial.
Pero no sólo en Comunicaciones ni en el Congreso se vieron
casos de tráfico de influencias. La prensa abundó en denun-
cias sobre cómo el espectro del clientelismo y la impunidad
se esparció asimismo en casi todas las dependencias del Eje-
cutivo, desde Educación hasta Salud, pasando por Relacio-
nes Exteriores, Ambiente y Recursos Naturales, Goberna-
ción, Agricultura y Energía y Minas.
Durante el régimen de Colom se duplicó la ejecución de gas-
to público a través de fideicomisos, mecanismos opacos que,
al ser administrados fuera del Estado (a través de un banco),
no están sujetos a la ley de Contrataciones. De los contra-
tos adjudicados por el gobierno, el 95 por ciento fueron sin
licitar. “Las obras impulsadas en el Congreso, los bonos co-
locados en el mercado financiero, los bienes y servicios ad-
quiridos por el Estado a empresarios nacionales, todos eran
fuentes de ingresos importantes para un pequeño pero influ-
yente grupo de empresarios, políticos y banqueros”, escribe
Fuentes Knight.
Grandes fracasos: el desarrollo rural
Acaso el mayor fracaso del gobierno anterior haya sido el
desarrollo rural: Colom prometió atender las necesidades del
campo, que fue la región que le dio la victoria electoral, y no
lo hizo. “Cuando uno mira el desfile de ministros en Agri-
cultura”, comenta Barrientos (hubo cuatro nombramientos
en menos de tres años), “se ve un proyecto de negocios em-
presarial ligado a la distribución de fertilizantes”, dice, en
referencia a Disagro, propiedad de Roberto Dalton, quien