Andrés Zepeda /
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dieron echando mano de fondos que no se usaban, explica
Samayoa, señalando concretamente la atávica subejecución
en Salud y Gobernación.
No obstante, y pese a ser legales, las transferencias fomen-
tan también cierta canibalización institucional. El efecto de
transferir recursos fue devastador para los ministerios, de-
nuncia Edgar Gutiérrez, a la vez que boicoteó sus propios
objetivos y formó una masa burocrática sin otro propósito
que el activismo electoral.
… y las inveteradas transas
A muy pocos sorprende que entre los diputados sea cada
vez más común el hecho de obtener ingresos adicionales no
sólo de negocios legítimos (gasolineras, estaciones de radio
y de televisión de cable local) sino ilegítimos (obras públi-
cas ejecutadas a través de oenegés y constructoras) e incluso
ilegales, como el narcotráfico. En general, los ingresos que
cosechaban por la vía de las obras les permitían contar con
suficientes recursos para financiar su campaña de reelección
y volver permanente la inmunidad de la que gozaban por
ser diputados, explica Fuentes Knight, lo cual garantizaba la
impunidad y les permitía seguir involucrados en el ‘negocio’
de la política.
En varias ocasiones, las cámaras patronales se pronunciaron
no sólo contra el desfinanciamiento y la pésima administra-
ción de Colom y de su equipo sino, sobre todo, contra la
carencia de un plan claro de a dónde quería ir y qué era lo
que había que hacer para llegar ahí.
Pero, ¿y qué había de aquel ambicioso Plan de la Esperanza
cuyos alcances llegaban hasta el año 2032?
Orlando Blanco ofrece una no muy honrosa explicación: el
programa de gobierno, dice, vino a ser algo así como una