/ Cambios para no cambiar

Pz

P

45

En cierta ocasión, refiere, llegó un grupo de personas a pro-
testar a FONAPAZ. Bloquearon la quinta avenida de la zona 
nueve y ocuparon el patio de entrada. Colom no se afanó. 
Mandó a comprarles comida, les proporcionó pedazos de 
nylon cuando empezó a llover, les dijo que con medidas de 
ese tipo no iban a lograr nada con él y que, si querían diá-
logo, levantaran todo y se sentaran a platicar para ver cómo 
solucionar el problema. “Lo que él buscaba era siempre 
llegar a un consenso”, dice. “Sandra Torres lo absorbió, lo 
copó. Muchas cosas las hizo quedando bien con ella, en vez 
de hacer lo que tenía que hacer”.

No obstante, el mismo Godoy reconoce que cuando Torres 
tomaba el control de algo, se informaba, tomaba decisiones 
y daba órdenes. “No había tanta discusión, a diferencia de 
Álvaro, que trataba siempre de conciliar y consensuar antes 
de girar instrucciones. Son dos estilos muy diferentes de di-
rigir”.

La desmedida Sandrofobia

En el espacio específico dominado directamente por Sandra 
Torres imperaba la disciplina más estricta y fuertes ritmos 
de trabajo, pero a la Primera Dama le faltó proyectar con 
objetividad lo que en realidad estaba haciendo: “A través del 
clientelismo que estos programas permitían, se decía que ella 
iba a entronizarse en la presidencia, para entonces sí em-
prender el socialismo del siglo veintiuno”, asegura Gustavo 
Porras, secretario privado en tiempos de Álvaro Arzú. “Ella, 
y sobre todo sus ‘representativos’, hicieron más que suficien-
te para consolidar esta imagen, que muy probablemente le 
costó la inscripción como candidata y la victoria posible”.

Iduvina Hernández considera, en cambio, que el influjo de 
la doña fue sobredimensionado en su descalificación, a partir 
de una imagen que la mostraba como el enemigo público nú-