Andrés Zepeda /

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te de los rasgos que nuestra sociedad autoritaria y machista 
tiene por costumbre reservar exclusivamente a los varones: 
don de mando, carácter fuerte e impulsivo, modales parcos, 
hablar directo, exigente en sus demandas, perentoria en sus 
plazos, implacable en sus juicios, impetuosa en sus acciones, 
inflexible en sus decisiones.

Su vínculo con Álvaro Colom se dio, al menos en principio, 
por motivos de conveniencia. “Fue un matrimonio político”, 
explica Ricardo Barrientos, ex-viceministro de Finanzas. 
“En su momento se barajaron varios nombres dentro de la 
UNE para sellar alianza con ella”, revela. “Lo sé porque al-
gunos de esos nombres son de amigos míos”. Ella necesitaba 
una pareja política y la encontró en Álvaro Colom, al mismo 
tiempo que él se benefició también del caudal político que la 
enjundiosa petenera traía consigo.

De hecho, ambos provenían de la industria textil: él tuvo una 
destacada trayectoria no sólo como empresario sino en su 
calidad de líder gremial, mientras que ella era propietaria de 
la maquila ‘Tejidos Shebla’. Divorciada también, y madre de 
cuatro hijos, conoció en 1999 a Colom, con quien contrajo 
segundas nupcias en febrero del 2003. En aquella época fun-
gía como asesora personal, responsable de la financiación de 
la UNE, directora de la Coordinadora Nacional de Mujeres 
del partido y presidenta de la Fundación de la Esperanza, 
entidad dedicada al trabajo social.

Enrique Godoy, quien trabajó con Colom en FONAPAZ, 
da fe de lo mucho que le cambió el temperamento bajo el 
influjo de la mujer que algunos medios de prensa, en refe-
rencia despectiva a su capacidad de tejer alianzas, apodaron 
la Tarántula. ¿Cuál es la diferencia entre el Álvaro Colom de 
FONAPAZ y el Álvaro Colom posterior? “Sandra Torres”, 
responde. “Él tenía más conocimiento de la realidad nacio-
nal que ella, pero no lo usó”.