/ Cambios para no cambiar

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en él al amigo que quería conversar fuera de los protocolos 
políticos e institucionales. Hubiera querido recibir más de 
esas llamadas”.

¿Cuánta presión, cuántas dudas, cuánta angustia, cuánto te-
mor habrá sufrido Colom en aquellos momentos? ¿Qué tan 
hondo fue su sentimiento de derrota y desamparo ante el 
rechazo casi unánime que le mostraba la opinión pública? 
¿Qué tan solo y vacío de aliento se sentía (aun sabiéndose 
acompañado por su esposa y apoyado por su equipo de co-
laboradores cercanos) para decidirse a realizar aquella lla-
mada?

* * *

La mayor fortaleza política de Álvaro Colom (su talante jui-
cioso, reflexivo, mesurado, conciliatorio, con alta capacidad 
de negociación) fue también el motivo que lo llevó en varias 
ocasiones al borde de la ruina. “Es un gran manejador de 
crisis”, explica Ardón, haciendo referencia a cómo su carác-
ter le permitió desmantelar muchas de ellas: aunque a am-
bos les tocó enfrentar esas coyunturas álgidas desde sectores 
divergentes en intereses, dice, él contribuyó a que la relación 
no se saliera de su cauce.

Pero “había siempre una impresión de no saber qué era lo 
que estaba acordando concretamente: o no se cumplía la pa-
labra o se revisaban las decisiones”. Y eso, en política, es fa-
tal, asegura. “Su corazoncito se conmovía”, refuerza Melini, 
“pero cambiaba de decisión de un momento a otro”.

En otras palabras, muy útil puede resultarle a un jefe de Es-
tado el contar con recursos suficientes para torear las crisis 
que se le presentan, pero mucho más útil es saberlas antici-
par; o, mejor aún, impedir.