Andrés Zepeda /
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haberse mantenido esa tendencia, revela Fuentes Knight, el
país hubiera podido llegar a una inflación anual de entre
quince y veinte por ciento o más, superada en nuestra his-
toria reciente sólo en 1990, cuando se permitió una fuerte
devaluación del quetzal).
Una segunda crisis, también económica, fue la recesión fi-
nanciera mundial a finales del 2008, extendida durante todo
el año siguiente. En mayo del 2009 se generó una tercera
crisis, de índole acaso más mediática que médica, con el in-
greso al país de la pandemia de gripe A (H1N1). La noticia
de su aparición cundió con una rapidez y una intensidad
superiores incluso a la de la propagación del virus mismo,
lo cual se explica en parte por la tendencia de las cadenas
informativas dominantes a generar contenidos que buscan,
por encima de todas las cosas, impactar la sensibilidad del
público, y en parte también porque la infección se originó
en México, país vecino con el que la nación guatemalteca
comparte una frontera tan extensa como porosa.
Como sea, los niveles de histeria resultaron siendo mayores
que el peligro propiamente dicho, no obstante lo cual, y pese
a que el gobierno tomó algunas medidas en los sistemas de
emergencia y prevención, se registraron mil 170 casos y die-
cinueve muertes. El pánico a la gripe porcina quedó muy
pronto en el olvido cuando de manera simultánea surgió la
cuarta crisis, esta vez de carácter político, provocada por la
muerte de Rodrigo Rosenberg, cuyas declaraciones póstu-
mas hicieron tambalear la institucionalidad del país gene-
rando un clima de tensa polarización, exacerbada por el re-
ciente golpe de Estado en la vecina Honduras.
La erupción del Pacaya y la tormenta Agatha, ocurridas en
2010 y también en simultáneo, representan el quinto gran
dolor de cabeza que sufrió el gobierno. El conteo se incre-
mentaría con, por lo menos, tres crisis más: una de goberna-