Andrés Zepeda /
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¿Cómo no advertir, en el discurso del expresidente, esos mis-
mos rasgos de irresponsable fanfarronería y de afable vacui-
dad, a medio camino entre el pudor cobarde y la hipocresía,
tan prototípicos del guatemalteco? Mañana te pago… Nun-
ca más vuelvo a beber… En enero me pongo a dieta… Sólo
la puntita… Disculpe… Fíjese… Ahorita voy… No tenemos
el gobierno que merecemos, tenemos el gobierno que somos.
“Resolvemos las cosas a medias. Adoptamos soluciones de
parche. Destapamos un hoyo para tapar otro”, escribía Ma-
nuel José Arce en referencia a los chapines y su abultada
reserva de cláusulas dilatorias. “La sonrisa, el ademán, las
fórmulas de cortesía, de elusión, diminutivos y diminutivos
de diminutivos, complementan el lenguaje velado, el circun-
loquio. Grita o se esconde en condicionales discretos. No se
logra asir fácilmente en un sí o un no. Simula, inventa, elude,
se miente a sí para poder mentir a los demás”, retrataba Luis
Cardoza.
Eugenio Incer, investigador de AVANCSO en el área de es-
tudios sobre el campesinado, se dio por un tiempo a la tarea
de registrar los vaivenes en el discurso de Álvaro Colom, ob-
servando en él recurrencias que perfilaban su carácter al-
tamente ambiguo, como el hecho de reconocer el peso de
la historia y, unos días después, afirmar frente a coroneles y
generales que “hay que voltear la página”, en referencia al
conflicto armado interno; o como haberse atrevido a decir
que la familia necesita del rescate de principios y valores, y
que “Sandra y yo estamos dispuestos a dar el ejemplo”, para
luego consentir su propio divorcio en el vano intento de elu-
dir un escollo legal que le impedía a Torres optar por la pre-
sidencia. “Este proceso electoral nos trajo, a Sandra y a mí,
ese acercamiento con la Biblia. Yo no sé si los pastores tienen
tantas biblias como nosotros”, había dicho el 15 de enero del
2008 en su visita a la Fraternidad Cristiana.