/ Cambios para no cambiar

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a pasar después”.

La constelación del poder

El Congreso de la República, incluyendo por supuesto el 
hervidero de negociaciones que sus integrantes acostumbran 
fraguar al margen de toda actividad reglamentaria, goza en 
Guatemala de muchísima incidencia. Al respecto, Fernando 
Carrera evoca la apreciación del politólogo Francisco Bel-
tranena, según la cual en nuestro país vivimos un régimen 
semiparlamentario: “Acá el Congreso tiene mucho poder, no 
sólo político sino sobre todo legal, jurídico, y eso permite que 
la agenda del Legislativo se imponga sobre la del Ejecutivo”, 
explica.

Pero está, también, el poder que Colom delegó en el círcu-
lo más cercano de colaboradores suyos, conformado prin-
cipalmente por Sandra Torres, Gustavo Alejos (Secretario 
Privado de la Presidencia y principal financista identificable 
en su calidad de gerente de la empresa Conjunto Magno) 
y el grupo de los Peludos. A Torres, según se explicó en el 
capítulo anterior, le fue asignada la conducción del proyecto 
mimado del gobierno, el Consejo de Cohesión Social, cuyo 
impacto económico y mediático le valió a la Primera Dama 
un protagonismo indisputable que llegó a competir incluso 
con el que en principio le hubiera debido corresponder a su 
entonces consorte.

De Gustavo Alejos puede decirse en cambio que, pese a su 
perenne bajo perfil, fue el principal operador político y hom-
bre de confianza número uno del Presidente. El cargo que 
ocupó le permitía una posición privilegiada en la repartición 
de negocios públicos, así como en el nombramiento de mi-
nistros, secretarios y directores. La influencia por él ejercida 
fue descrita como omnímoda: si en la antigüedad todos los 
caminos conducían a Roma, así también durante el gobier-