/ Cambios para no cambiar

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Días más tarde recibe una citación de la bancada oficial indi-
cándole que debe presentarse en el Congreso. Quieren saber 
el porqué del monitoreo y de las cartas. “¡Era una orden del 
Presidente!”, protesta, ingenua y espontáneamente sorpren-
dida. “¡Y nadie la estaba cumpliendo!”.

* * *

Los vínculos, alianzas, apoyos y financiamientos que le per-
miten a un candidato alcanzar la presidencia inciden luego 
en el margen de maniobra con el que habrá de gobernar, y 
afectan también la agenda a seguir durante su gestión. Ese 
marco limitado (y hasta cierto punto comprometido) de au-
tonomía para el ejercicio de los cargos de poder es propio 
de la práctica política, pero ciertamente puede ser mayor o 
menor dependiendo de las circunstancias.

Veamos.

Álvaro Colom funda la UNE en septiembre del 2002, luego 
de su ruptura con la Alianza Nueva Nación (ANN), conglo-
merado de centroizquierda por el que había sido postulado a 
las elecciones tres años antes. Algunos diputados de esa agru-
pación se van con él, pero el control del proyecto muy pronto 
se le escurre de las manos debido a la amplitud de sectores e 
intereses representados en su seno, resultado de esa notable 
habilidad que lo ha hecho capaz de hacer mancuerna y pac-
tar con tirios tanto como con troyanos.

Contrario a las señales de identidad socialdemócratas que 
reclamaba para sí, en realidad el nuevo partido reunía in-
tegrantes de diverso sello ideológico, desde militantes des-
encantados de la Unión Revolucionaria Nacional Guate-
malteca hasta antiguos miembros del Ejército, pasando por 
exfuncionarios del gobierno arzuísta y tránsfugas del Fren-
te Republicano Guatemalteco (FRG), en ese entonces en el 
poder. El mismo perfil empresarial de Colom, que antes de