Andrés Zepeda /
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a mantener en el imaginario de la población “la certeza de
que en vez de mejorar, la seguridad ciudadana se ha deterio-
rado aún más”.
Otros factores de índole bastante menos subjetiva influyen,
por supuesto, en que el combate a la delincuencia se aprecie
como insuficiente: por un lado, los esfuerzos se han concen-
trado sobre todo en casos (Rosenberg, Fariñas-Cabral, Sie-
kavizza) y fenómenos (narcotráfico) de alto impacto, dejando
al ciudadano de a pie en condiciones de indefensión muy
similares a las de hace cinco años. Más allá de las cifras duras
que acusan una leve disminución en el índice de homicidios
en los primeros meses de 2008 y en todo 2011 (acompaña-
das de una subida en 2009 y 2010), y de un pronunciado
incremento en la incautación de bienes a la mafia, no hay
disponibilidad de mediciones sobre victimización, aunque
todo parece indicar que las variaciones son insignificantes.
Por otro lado, buena parte de los avances emprendidos se
circunscriben apenas a las invisibles pero necesarias fases
preventiva y de investigación. Mejoró considerablemente la
capacidad de inteligencia de la Policía, que junto al Ministe-
rio Público y la CICIG lograron resolver decenas de casos de
asesinatos. La desarticulación de las redes de violencia, des-
taca Carrera, se hizo empleando sistemas de información,
no de represión, “y ahí está la inteligencia, que consiste en
aplicar la criminología como ciencia, respetando los límites
de la democracia porque se combate el crimen sin violar los
derechos humanos”.
De parte de Gobernación, el mérito le corresponde en bue-
na medida a Carlos Menocal, último de los cinco ministros
nombrados para el cargo desde enero del 2008. Prolijo a la
hora de enumerar sus logros, firme en sus argumentos, deci-
didamente leal a la agenda que le dictaba el Presidente, Me-
nocal habla de cómo se empezó a armonizar el sistema de