/ Cambios para no cambiar

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El área de seguridad y justicia registra, también, avances 
objetivos y concretos durante estos cuatro años. Objetivos 
y concretos, sí, pero a duras penas notables y en todo caso 
insuficientes, y aquí cabe hacer notar un correlato inversa-
mente proporcional entre la percepción ciudadana (severa-
mente influida por el discurso que los medios masivos de co-
municación, en archiconocida complicidad con los intereses 
de la elite económica, lograron convertir en opinión pública 
dominante) acerca de los logros en gobernabilidad versus los 
logros en protección social: mientras con los primeros la im-
presión es que debió haberse hecho más, con los segundos el 
consenso apunta a que se hizo más de lo debido.

No es difícil rastrear el origen urbanocéntrico, capitalino, 
conservador, reaccionario y profundamente clasista de se-
mejante discurso: a los pobres no hay que regalarles el pes-
cado, dicen (aun cuando el costo total de ese pescado apenas 
rebase un tercio de punto del PIB nacional, y aun cuando su 
impacto efectivo se traduzca en trescientos miserables quet-
zales al mes por familia, el equivalente a lo que una pareja 
estándar se gasta con los hijos en una tarde de cine y poporo-
pos), sino enseñarles a pescar (aunque en el ínterin, mientras 
van aprendiendo a hacerlo, decenas de miles de niños desnu-
tridos y enfermos sigan muriendo como moscas). ¿Por qué? 
Porque los pobres son invisibles y, por lo tanto, es como si no 
existieran. Y los que están a la vista se aprecian flemática-
mente como un detalle más de colorido folclor en el paisaje.

Pero, en cambio, ningún esfuerzo es suficiente en materia 
de seguridad y justicia. ¿Por qué? Porque los asaltos a bu-
ses, el robo de celulares, el bandolerismo común, la muerte 
de pilotos, los secuestros, las extorsiones, los homicidios, los 
cuerpos descuartizados se concentran aquí, en los núcleos 
urbanos, sobre todo en la región metropolitana, y de manera 
muy acentuada en la ciudad capital, realidad que según el 
sociólogo Gustavo Berganza contribuye de manera decisiva