/ El largo camino a la justicia

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Epílogo

La historia alcanza a Efraín Ríos Montt

Saúl Arévalo, hijo de Juan Pablo Arévalo, el hombre que 
había excavado un pozo en su parcela sin saber que estaba 
cavando su propia tumba, nunca creyó que llegaría el día en 
que se encontraría en la Torre de Tribunales, sentado a unos 
seis metros de Efraín Ríos Montt, el general que aprovechó 
un golpe de Estado contra Romeo Lucas García en marzo 
de 1982 para proclamarse jefe de Estado y de las fuerzas 
armadas.

Sentado entre la Sala de Audiencias, Saúl Arévalo escudriña-
ba el perfil del anciano de 86 años, ataviado impecablemente 
con corbata y traje azul marino. Allí también se encontra-
ban Elvia Luz Granados Rodríguez, la niña de catorce años 
que había sobrevivido a la masacre luego de que su maestra, 
Lesbia Tesucún, decidiera premiarla por su diligencia en los 
estudios, llevándosela a Flores para pasar las vacaciones de 
fin de año. Estaba también, Esdras González Arreaga, cuyas 
hermanas pequeñas habían muerto en la masacre y Raúl 
de Jesús Gómez Hernández, cuyo hermano Ramiro había 
salido de casa dos días antes de la masacre para nunca volver.

Ríos Montt juntaba las manos sobre la mesa, se pasaba una 
mano por la oreja, se sobaba el tobillo, se frotaba la barbilla, 
hacía anotaciones en un cuaderno, agarraba una copia del 
Código Penal, la hojeaba inútilmente y luego la soltaba.

El 26 de enero, el ex dictador había comparecido ante la 
misma juez, Carol Patricia Flores, con un semblante muy 
diferente. En esa ocasión enfrentaba cargos de genocidio 
contra la población maya del departamento altiplánico de