/ El largo camino a la justicia
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lamiento para la construcción de un nuevo monumento en
forma de “U”, en el cual puedan colocarse en un lado los
nichos que contengan los restos de las víctimas que han apa-
recido y del otro lado, nichos vacíos con los nombres de las
personas cuyos cadáveres nunca aparecieron.
Actualmente, la FAFG está corriendo contra el tiempo para
identificar a las víctimas, una labor que la fundación espera
poder concluir para junio de este año. Pero el proceso es lar-
go y costoso –unos US$400 por persona y a veces tienen que
repetirse hasta tres veces si el resultado no es satisfactorio– y
hasta la fecha solo dos cadáveres han sido identificados.
Saúl Arévalo se apoya con ambas manos en los barrotes
negros de la reja que bordea el monumento y me cuenta
que a finales del año pasado viajó a Huehuetenango para
representar a la comunidad de Dos Erres en un acto conme-
morativo al cual asistieron sobrevivientes de otras masacres
cometidas en Guatemala y en otros países como Perú y El
Salvador. “Uno siente que los que están ahí son como her-
manos porque han vivido las mismas penas”, explica.
Para conmemorar las tres décadas que han transcurrido
desde la masacre, el 7 de diciembre de 2011, la Comisión
Presidencial Coordinadora de la Política del Ejecutivo en
Materia de Derechos Humanos (Copredeh) reunió a todos
los sobrevivientes, quienes llegaron desde Santa Rosa, Retal-
huleu, Jalapa, Guatemala y otros departamentos, junto con
representantes de Famdegua y otras organizaciones.
Mientras recorremos el cementerio, Sandra, una diminuta
mujer con un gran poder organizativo, me señala las tumbas
de los hermanos Cornelio y Edgar Humberto Citán, ambos
fabricantes de muebles, quienes fueron asesinados un día an-
tes del aniversario de la masacre. “Han matado a muchos
por estarse ganando la vida”, comenta Saúl.