Louisa Reynolds /
Pz
P
72
ficaron recayó la tarea, no menos importante, de servir como
base de apoyo para los compañeros que sí testificaron. Aura
Elena Farfán asegura que de no haber sido por el trabajo
incansable de la joven psicóloga, es probable que las víctimas
no se hubieran atrevido a declarar.
En diciembre de 2010, el aniversario de la masacre se con-
memoró con un acto simbólico en el cual tres palomas que
simbolizaban las tres generaciones que fueron aniquiladas en
el parcelamiento: niños, adolescentes y adultos, fueron pues-
tas en libertad. Soltarlas para que alzaran el vuelo también
significaba que las víctimas finalmente dejaban ir el dolor y
la tristeza.
XXXI
Después del fuerte aguacero que acaba de caer, los adornos
de papel de china cuelgan como una masa amorfa y multico-
lor sobre las tumbas del cementerio de Las Cruces. Cercado
por una reja negra, se encuentra el monumento a las vícti-
mas de la masacre de Dos Erres: un pequeño pozo simbólico
y una cruz blanca en cuya base están grabados los nombres
de las víctimas. Los sobrevivientes han tenido que confor-
marse con este espacio ante la imposibilidad de colocar el
monumento en el lugar exacto donde se ubicaba el pozo
Arévalo, ya que las tierras que constituían el parcelamiento
ahora pertenecen a la familia Mendoza.
Pero los sobrevivientes no han claudicado en sus esfuerzos
por lograr la dignificación del lugar donde se ubicaba el
pozo Arévalo, cuenta Sandra Juárez, la nueva psicóloga de-
signada por el MSPAS para atender a los sobrevivientes de
la masacre. El 15 de diciembre de 2011, le entregaron al ex
presidente Álvaro Colom una petición en la cual se le exigía
al Estado la compra del terreno donde se ubicaba el parce-