Louisa Reynolds /

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cipio 334 de Guatemala, con un total de 35 mil habitantes. 
Pero algo que no ha cambiado después de tres décadas es el 
hecho de que las calles siguen sin pavimentar.

Vencer la barrera del miedo y lograr que los  sobrevivientes 
hablaran sobre sus vivencias fue la etapa más difícil, ya que 
la mayoría de ellos aún sentía en la piel la mirada del ojo que 
todo lo ve y temían que el ejército pudiera tomar represalias 
en su contra.

La psicóloga comenzó a trabajar con las mujeres, organizán-
dolas en pequeños grupos, hasta que poco a poco se fueron 
sumando más personas y formaron una asociación de fami-
liares de Dos Erres que hasta la fecha se reúne semanalmen-
te en la casa de Saúl Arévalo, hijo de Juan Pablo Arévalo, 
el hombre que cavó el pozo en el cual acabarían siendo se-
pultadas las víctimas. Fue así como gradualmente comenzó 
a restaurarse el tejido desgarrado de la comunidad que fue 
Dos Erres.

Pero fue un proceso largo y difícil. Petén sigue siendo el de-
partamento más remoto e ingobernable del país y para los 
habitantes de Las Cruces el narco ha reemplazado al ejército 
como agente de terror. En mayo de 2011, cuando 29 jornale-
ros fueron decapitados por el cartel de Los Zetas en la Finca 
Los Cocos, en el municipio de La Libertad, al cual pertene-
cía Las Cruces antes de ser nombrado como un municipio 
independiente, muchos de los sobrevivientes revivieron los 
horrores de la masacre en toda su crudeza. Después de la 
matanza, el Gobierno decretó un Estado de Sitio en Petén y 
un año después siguen existiendo retenes en las carreteras y 
una fuerte presencia militar en el departamento.

Un año antes, en 2010, ocurrió otro incidente que sembró 
terror en el municipio: en el basurero municipal fue hallado 
el cadáver de una mujer con mutilaciones genitales y unos