/ El largo camino a la justicia

Pz

P

69

Esa imagen no ha dejado de perseguirlo durante las últi-
mas tres décadas y hoy deambula por Las Cruces como un 
fantasma. Debido a su frágil estado mental no declaró en 
ninguno de los dos juicios que hasta la fecha han llegado a 
los tribunales por la masacre de Dos Erres.

Las psicólogas del Ministerio de Salud y Asistencia Social 
(MSPAS) que a través de los años han atendido a las víctimas 
de la masacre en cumplimiento con las obligaciones asumi-
das por el Estado ante la CIDH, trabajan con personas que, 
como José Granados, son presa de terribles alucinaciones 
bajo las cuales reviven el pasado y otros que sufren de depre-
sión, esquizofrenia menor, estrés y angustia.

Para las víctimas que durante años tuvieron que tragarse el 
dolor y llorar en silencio a los seres queridos que quedaron 
sepultados en el pozo Arévalo, el trauma psicológico se tra-
duce en secuelas físicas y al menos dos sobrevivientes de la 
masacre cayeron en fuertes depresiones y posteriormente 
murieron de cáncer.

Después de la masacre, muchos sobrevivientes y sus familia-
res regresaron a sus lugares de origen en la costa sur, pero 
más de 60 decidieron quedarse en Las Cruces ya sea porque 
no tenían a qué regresar en su tierra natal o porque sentían 
que partir significaba abandonar a sus familiares. Dada la 
dispersión geográfica de los sobrevivientes sólo aquéllos que 
permanecieron en Las Cruces han recibido apoyo psicoso-
cial.

En 2008, llegó a Las Cruces una joven psicóloga del MSPAS 
que solicita reserva de su nombre ya que su contrato incluye 
cláusulas de confidencialidad que le impiden hablar abierta-
mente sobre su trabajo. Mientras que en 1982, Las Cruces 
era un pequeño poblado donde apenas vivían una veintena 
de familias, en noviembre pasado se convirtió en el muni-