/ El largo camino a la justicia
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Después de aquel primer encuentro vía Skype en el que la
emoción fue tan intensa que ninguno pudo pronunciar ni
una palabra, padre e hijo comenzaron, poco a poco, a co-
nocerse. El joven le habló sobre su infancia en Zacapa, su
travesía a los Estados Unidos a los 19 años, su esposa, y sus
cuatro hijos.
Le aseguró a su padre que jamás había sufrido maltrato por
parte de la familia que lo crió y que no emigró a Estados
Unidos por necesidad sino impulsado por el deseo de abrirse
camino en la vida por sus propios medios. Poco tiempo des-
pués de estar allá, su novia emprendió el mismo viaje y allá
se casaron.
Para Castañeda fue un alivio saber que su hijo no sufrió las
mismas vejaciones que Ramiro Cristales y asegura que no
siente rencor hacia el kaibil que se lo llevó. “¿Para qué va a
sentir uno rencor? Yo les agradezco que me hayan dejado un
hijo con vida”, asegura el anciano.
Como tenía apenas tres años cuando ocurrió la masacre,
no recordaba el día en que fue conducido a la iglesia con
las mujeres y los demás niños, ni los rostros de sus verda-
deros padres. Pero sobrevivían, en algún lugar recóndito de
su mente, palabras sueltas, imágenes, fragmentos que por sí
solos no llegaban a constituir recuerdos como tales, pero que
de repente flotaban a la superficie desde la masa gelatinosa
del inconsciente y de niño le hacían preguntar cosas como:
“¿Qué es carne de cuso?”, el nombre por el cual los pete-
neros conocen al armadillo, animal que forma parte de su
dieta.
Con el apoyo de Famdegua, Tranquilino Castañeda ha lo-
grado tramitar la visa para viajar a Estados Unidos para
que después de escuchar la voz de su hijo una vez por se-