Louisa Reynolds /

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Ramos, el kaibil que lo había criado como su propio hijo y 
que había muerto seis años después de la masacre, no era su 
padre, sino uno de los hombres que habían asesinado a su 
madre y ocho hermanos.

Pero cuando Aura Elena Farfán vio la fotografía del joven, 
supo de inmediato quién era, incluso antes de que la antro-
póloga forense Jessika Osorio, de Fundación de Antropolo-
gía Forense (FAFG), viajara al país extranjero donde vive, 
para tomarle la muestra de ADN.

Mientras que a él sí le habían explicado que la muestra era 
necesaria para confirmar el posible hallazgo de su padre bio-
lógico, cuando Tranquilino Castañeda llegó a la capital, a 
mediados de 2010, no tenía idea de por qué Farfánlo había 
mandado llamar.

Castañeda se sentía desconcertado entre tanta gente. En la 
sede de FAFG se encontraba el director Fredy Peccerelli, 
acompañado de otros diez antropólogos, además de Aura 
Elena Farfán, otros integrantes de Famdegua y otras perso-
nas que él no conocía.

Farfán le dijo que se sentara, luego se sentó junto a él y puso 
su brazo sobre los hombros del anciano, apretándolo fuerte. 
Sobre el regazo le colocaron una computadora portátil don-
de de pronto apareció un rostro con sus mismas facciones.

Por las mejillas de ambos corrieron lágrimas silenciosas. Para 
Tranquilino Castañeda el impacto fue tal que perdió el co-
nocimiento y tuvieron que traerle un vaso de aguardiente 
para reanimarlo.

Los integrantes de la FAFG que presenciaron el reencuentro 
también lloraron de emoción y celebraron el triunfo de la 
vida sobre la muerte.