/ El largo camino a la justicia
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Jamás volvió a casarse. Ahora, a sus setenta años sigue to-
mando, pero jura que ahora lo hace “por gusto” y no con
la vana esperanza de anestesiar, aunque fuera tan sólo por
unas horas, aquel dolor que sentía en lo más profundo de sus
entrañas, cada vez que pensaba en los rostros de sus hijos.
XXVIII
Su hijo menor tenía apenas tres años cuando Tranquilino
Castañeda lo vio por última vez, hace treinta. “De niño era
bien apersonado. Se ponía la mano en la cintura y regañaba
a los hermanos más grandes”, recordó.
Se levanta de la hamaca, camina hacia el baúl desvencijado,
lo abre y levanta una almohada con una funda de Spider-
man, debajo de la cual halla un pequeño álbum de fotos.
Lo abre y me muestra la fotografía de un muchacho con un
rostro alargado y ojos celestes, idénticos a los suyos.
“Mi padre, aquí están sus cuatro nietos, cuídese mucho. Lo
queremos mucho. Diciembre de 2011”, es la frase escrita en
el reverso de la foto con tinta negra.
Tranquilino Castañeda asegura desconocer cómo Famde-
gua encontró a su hijo. La versión de Aura Elena Farfán es
que en 2009, cuando la CIDH falló en contra del Estado
de Guatemala en la demanda presentada por los sobrevi-
vientes de Dos Erres y sus familiares, la historia de los niños
que sobrevivieron, llorando y abrazándose en el rincón de la
iglesia, se publicó en la prensa.
Inicialmente, los medios de comunicación afirmaron que
Ramiro Cristales y el hijo de Tranquilino eran hermanos.
Cuando el muchacho leyó la noticia sintió que había per-
dido una de las cosas más fundamentales que puede tener
el ser humano: la certeza de quién era. Ovidio Ramírez