/ El largo camino a la justicia
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En febrero de 1999 llegaron todos a la capital para reencon-
trarse con el niño que había sobrevivido, como la rama del
guarumo que retoñó y floreció en el pozo al que se arrojaron
los muertos.
Ramiro escudriñaba las caras, tratando en vano de recordar.
Pero de repente, un rostro alargado y moreno le hizo recor-
dar la casa donde había vivido hasta los cinco años. “¡Tío,
tío! ¿Se acuerda de mí?” exclamó, tirándole los brazos alre-
dedor del cuello. Era su tío, Bernabé Cristales, quien había
vivido en casa de sus papás, durante un tiempo.
Bernabé Cristales recuerda que sintió una gran alegría al re-
conocer los ojos verdes del muchacho, pero a la vez experi-
mentó el pesar de no poder abrazar a todos los que faltaban.
Pero la dicha que Ramiro experimentó al descubrir que te-
nía una familia no fue duradera, ya que pocos días después
del reencuentro se vio obligado a salir a tomar un avión rum-
bo a Canadá, el país que lo acogió como refugiado y donde
sigue viviendo hasta la fecha.
Llegó a una ciudad grande e impecablemente limpia, pero
con un clima gélido al que no lograba aclimatarse. Por fin se
encontraba fuera del alcance de López Alonso pero el precio
que tuvo que pagar fue el aislamiento. En esa urbe ajena
experimentó una soledad aterradora y después de tres meses
cayó en depresión.
Recibió cursos de inglés, terminó la secundaria y el bachi-
llerato y actualmente trabaja para una constructora, pero a
pesar de ello sigue sintiéndose como un extraño en ese enor-
me país.
En 2003, Ramiro regresó a Guatemala con el propósito de
encontrar una compañera de vida y casarse. Con el resarci-