/ El largo camino a la justicia

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y velar por la seguridad de la población”. Luego recitó la 
consabida historia sobre cómo los juicios contra ex militares 
como él obedecen a presiones por parte de la comunidad 
internacional.

Cuando le pregunté si participó o no en la masacre, dijo que 
“eso no le consta a nadie” y que existía la posibilidad de que 
el perpetrador hubiera sido la guerrilla y no el Ejército.

¿Y los ex kaibiles que aseguraron que él integró la patrulla, 
como parte de la tropa de asalto? “La hipótesis que yo ma-
nejo es que el Ministerio Público junto con organizaciones 
de derechos humanos han reclutado a esos testigos con no sé 
qué fin”, fue su respuesta.

¿Para defender la patria, como él asegura que hizo, era nece-
sario lanzar a niños recién nacidos a un pozo, ametrallarlos 
y hacerlos volar en pedazos con una granada de fragmen-
tación? ¿La patria se defiende violando mujeres? “Yo solo 
puedo responder por mí y yo no participé en tales cosas”, 
dijo frunciendo el ceño todavía más.

Unos días después, repitió exactamente las mismas palabras 
frente a la juez Valdez, agregando que “él también sabía lo 
que era perder a un ser querido” ya que él había sufrido la 
muerte de un familiar cuando vivía en Estados Unidos. La 
juez no lo miraba a la cara y lo escuchaba con hastío. “Eso 
ya lo dijo”, le recordó.

XXIV

Con la cabeza inclinada hacia atrás y juntando las manos 
como quien eleva una plegaria al cielo,   Raúl de Jesús Gó-
mez Hernández escuchaba con atención la lectura de las 
conclusiones finales de la juez Valdéz.  Pensaba en su herma-
no Ramiro, quien salió de casa dos antes de la masacre para