Louisa Reynolds /
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Hasta entonces, el ejército había reprimido de manera selec-
tiva a las comunidades pero jamás había eliminado a una po-
blación entera como hizo en el caso de Dos Erres. “Ningún
ejército en el contexto de la Guerra Fría había hecho lo que
hizo el de Guatemala. Los guerrilleros nunca pensaron que
el ejército podría hacer algo así”, afirmó el sociólogo.
XXI
Mientras que en una sala se juzgaba a Pedro Pimentel Ríos
por su participación en la masacre de Dos Erres, en la sala
contigua Ríos Montt comparecía ante el juez Miguel Ángel
Gálvez, quien le negó el derecho a amnistía y resolvió que su
juicio por genocidio contra el pueblo maya ixil debía proce-
der.
Quizás fue coincidencia el hecho de que las dos audiencias
tuvieran lugar de manera simultánea y en salas contiguas,
pero lo cierto es que tuvo un fuerte valor simbólico.
El peritaje de Rodolfo Robles Espinoza analizó la “cadena
de mando”, es decir, la línea vertical a través de la cual cada
integrante del Ejército, desde un soldado raso hasta un ge-
neral, recibe órdenes e informa a sus superiores sobre el re-
sultado de las operaciones realizada. Siguiendo esa cadena,
eslabón por eslabón, se establece quién le dio la orden al que
dio la orden, hasta llegar al “alto mando”.
Según los ex kaibiles que han declarado como testigos pro-
tegidos, la orden de ejecutar la “operación La Chapeadora”
en Dos Erres vino directamente del teniente Roberto Aníbal
Rivera Martínez, el mismo que ordenó que los soldados le
arrancaran un pedazo de costilla al hombre que utilizaban
como guía porque tenía ganas de comer carne.