Louisa Reynolds /
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XIII
“Memoria. Verdad. Justicia”. Son las palabras que se leen
en una gran pancarta que carga un grupo de hombres y mu-
jeres, retratados sobre un fondo de color azul celeste, en un
mural que enmarca la puerta de la Asociación de Familiares
de Detenidos y Desaparecidos de Guatemala (Famdegua),
ubicada en la zona 2.
Quienes sobrevivieron a la masacre de Dos Erres afirman
que sin el apoyo constante de Aura Elena Farfán, quien di-
rige esta asociación, los hechos del 7 de diciembre de 1982
hubieran quedado impunes.
Mientras la espero, sentada en una pequeña salita, mis ojos
se detienen en cada uno de los rostros, fotografiados en blan-
co y negro, que cuelgan en la pared en marcos idénticos.
Bajo cada retrato está el nombre de la persona y la fecha de
su desaparición, hechos ocurridos, en su mayoría, entre 1981
y 1984.
Sólo hay una fecha que no encaja con las demás: la de Tzul-
ma Vásquez, de 25 años, desaparecida el 16 de mayo de
2006.
Ese día, su novio, José David Mejía, un supuesto comercian-
te de vehículos usados, fue a recogerla en su casa en Mixco.
Cuando la pareja fue interceptada en el Bulevar El Naranjo,
Tzulma llamó a su padre, Carlos Vásquez. No contestó la lla-
mada pero en su buzón de voz quedó grabado el momento
en que les exigían los documentos del vehículo y su novio im-
ploraba que no la golpearan. Siete meses después, los cadá-
veres de la pareja aparecieron en un cañaveral en Escuintla.
La Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guate-
mala (CICIG) investiga el caso ya que existen fuertes indicios
de que estos asesinatos fueron cometidos por agentes de la
Policía Nacional Civil.