/ El largo camino a la justicia

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Un día, en el camino a Las Cruces, fue interceptado por 
unos soldados, uno de los cuales caminaba descalzo. Le cor-
taron el paso y le exigieron que les trajera de inmediato un 
par de botas de talla 40 o de lo contrario su familia sufriría 
las consecuencias.

El joven se fue corriendo al mercado, llegó sin aliento al 
puesto de calzado y le explicó al vendedor lo que le habían 
exigido. Sin dinero para pagar las botas tuvo que pedir fiado 
y se dio a la tarea de buscar a los soldados, temiendo lo que 
podía acaecerle a sus hijos si no cumplía a tiempo con el 
mandado. Preguntando aquí y allá, logró ubicar nuevamen-
te a los soldados y les entregó las botas. No le dieron ni las 
gracias, mucho menos el dinero para pagarlas.

Ricardo llevaba diez años viviendo en el parcelamiento 
cuando tuvo que recoger apresuradamente sus pertenencias 
y abandonar sus tierras para nunca volver. Una madrugada 
de noviembre, en 1982, se encontraba junto al único pozo 
del parcelamiento que contenía agua, jalando la cuerda para 
subir el cubo de agua, cuando vislumbró entre la maleza un 
grupo de soldados que se avecinaba.

Eran aproximadamente veinte. Uno de ellos, con el rostro 
cubierto con un pañuelo negro, se separó del pelotón, lo 
agarró del hombro y le advirtió: “Que se salga la familia 
Martínez lo antes posible porque toda esta gente va a ser 
quemada”. Ricardo debía salir cuanto antes con su esposa 
e hijos sin decirle nada a nadie si no quería correr la misma 
suerte que sus desafortunados vecinos.

Por la voz, Ricardo identificó que ese militar con el rostro 
encubierto era Faustino Castillo. Los padres de Ricardo le 
habían prestado dinero y él les devolvía el favor salvándole 
la vida a su hijo.