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Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

con respecto a la violación alegada, 

recordando que según la jurisprudencia 

de la propia Corte de Constitucionalidad, 

“el principio de proporcionalidad 

implica analizar la idoneidad del 

medio empleado, la necesidad y la 

ponderación”. Antes de considerar que 

el acto reclamado por la defensa “no 

conlleva agravio alguno susceptible de 

ser reparado en sede constitucional”, 

y que la intervención del abogado 

Francisco García Gudiel en la audiencia 

inicial del juicio oral “tuvo como único 

objeto entorpecer el trámite normal de 

la causa”. 

Conforme al derecho nacional 

e internacional, y por lo señalado en 

el voto razonado de los magistrados 

Mauro Chacón y Gloria Porras, la FIDH 

considera que la sentencia hubiese 

debido apelarse a través de la jurisdicción 

ordinaria en vez de anularse a través de 

la Corte de Constitucionalidad, que por 

lo tanto se extralimitó en sus funciones. 

Sin embargo, los jueces del Tribunal 

de Sentencia A de Mayor Riesgo que 

presidieron el caso no tuvieron otra 

opción sino excusarse, el 27 de mayo, de 

seguir asumiendo el caso, en la medida 

en que ya habían emitido una opinión. El 

5 de junio, el Tribunal de Sentencia B de 

Alto Riesgo fue nombrado para conocer 

el caso. Frente a la percepción de que 

en realidad, el veredicto no fue anulado 

por un tecnicismo legal, sino como 

resultado de la intervención indebida 

de la Corte de Constitucionalidad por 

la insistencia de sectores poderosos 

que no están dispuestos a admitir 

que en Guatemala sí hubo genocidio, 

aún no está claro si se reanudará el 

juicio o si volverá a comenzar desde 

el principio. Pues por el principio de 

inmediatez requiriendo que los jueces 

del caso conozcan todas las pruebas, el 

juicio tendría que comenzar de nuevo. 

Sin embargo, este no fue anulado, 

lo cual crea una confusión procesal, 

paralizándolo literalmente, pues en la 

medida en que la decisión de la Corte de 

Constitucionalidad retrotrae el juicio al 

19 de abril, cuando los testigos y peritos 

ya habían declarado, el Tribunal de 

Sentencia B de Mayor Riesgo no puede, 

legalmente, conocer lo escuchado por 

el Tribunal de Sentencia A de Mayor 

Riesgo. Por otro lado, reiniciar el juicio 

desde el principio representaría una 

grave injusticia para las víctimas, ya que 

significaría que las casi cien personas 

que declararon, enfrentando serios 

riesgos, serían llamadas a declarar 

de nuevo. En esta configuración, las 

víctimas podrían acudir al Sistema 

Interamericano de Derechos Humanos, 

alegando que la sentencia fue anulada 

ilegalmente. Además, aún existen varios 

amparos pendientes ante la Corte de 

Constitucionalidad, entre ellos uno que 

argumenta que Ríos Montt no puede 

ser enjuiciado ya que se beneficiaría de 

la ley de amnistía de 1986.

2

En este sentido, la defensa de 

Ríos Montt parece haber logrado, al 

menos temporalmente, su principal 

objetivo: buscar todos los recursos 

legales posibles para entorpecer 

el juicio y obtener así su anulación 

parcial, generando tantas dificultades 

en el procedimiento que por el 

momento el juicio está jurídicamente 

paralizado. La decisión de la Corte de 

Constitucionalidad del 20 de mayo 

parece demostrar la ausencia de 

voluntad de condenar a Ríos Montt, 

en la medida en que tres de los cinco 

jueces que la conforman se alinearon 

2 Sin embargo, la Ley de Reconciliación Nacional de 

1996 anula las dos leyes de amnistías anteriores y, 

tal como se indica arriba, excluye explícitamente de 

la amnistía los crímenes de genocidios, tortura, y 

crímenes contra la humanidad.