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Revista Espacios Políticos
construcción identitaria, lo que se
busca en el posgenocidio. Dice: “La
realización simbólica de un genocidio
implica la capacidad de instalar en los
procesos de memoria no solo que ya no
hay (identidad, yo, relaciones sociales,
movimiento contestatario), sino que en
verdad nunca hubo.” (2012: 88).
Reflexiones finales
Articular históricamente el
pasado no significa conocerlo
‘como verdaderamente ha
sido’. Significa adueñarse
de un recuerdo tal como
este relampaguea en un
momento de peligro. (W.
Benjamin 2008).
El historiador italiano Enzo
Traverso hace algunas reflexiones
interesantes sobre el auge de la
memoria desde finales del siglo XX,
considerando que si bien la memoria se
ha posicionado en el centro de muchas
discusiones actuales, hay una tendencia
importante a considerar el tema desde
el exclusivo ángulo de las víctimas, sin
considerar la identidad política de las
mismas, sus resistencias y luchas.
Con la caída del muro de Berlín
como hecho simbólico, señala Traverso,
las memorias del movimiento obrero
(y de otras luchas) ha sido sacada
de circulación. Sin un referente de
futuro, a pesar de la importancia de la
memoria, se ha desactivado su carácter
subversivo.
Hablando de lo que sucede
actualmente en España con el trabajo
de exhumaciones e investigación de las
víctimas del franquismo, señala: “Las
víctimas habrán recuperado un nombre,
pero las razones de su muerte se habrán
vuelto incomprensibles” (Traverso
2012: 307). Esta es una reflexión que
bien vale la pena tener en cuenta para
el caso de las víctimas de la represión
brutal del ejército guatemalteco.
Si bien es posible observar que
el lugar de la memoria de las víctimas
ha ido abriéndose espacio (incluyendo
el paciente trabajo que permitió llegar
al juicio por genocidio), las luchas y
las resistencias que los hacían también
sujetos políticos, han quedado al
margen o han sido negadas.
No basta con decir que en
Guatemala sí hubo genocidio para
replicar a la postura negacionista de
militares, empresarios y otros sectores
conservadores. Tampoco basta una
correcta definición del genocidio que
permita, finalmente, juzgar y condenar
a los culpables.
Olvidar el carácter político de la
práctica de las víctimas resulta parte de
la realización simbólica de las prácticas
genocidas que, posteriormente a los
hechos consumados, implica la negación
de identidad de los que creyeron en
algo distinto a la vil reproducción de
un sistema que asesinaba (y sigue
asesinando). Entre la expresión “en algo
estaban metidos” que sirvió como una
forma de negar el terror que produjo
el accionar contrainsurgente y el “eran
solo víctimas” se encuentran formas de
narración que sirven para “realizar” las
prácticas genocidas.
El juicio contra Efraín Ríos
Montt y Mauricio Rodríguez Sánchez
por genocidio y delitos contra deberes
de humanidad permitió reanudar con
fuerza y profundidad una cita pendiente:
la cita con un pasado doloroso que
muestra la imagen de un país dividido