55

 Revista Espacios Políticos

construcción identitaria, lo que se 

busca en el posgenocidio. Dice: “La 

realización simbólica de un genocidio 

implica la capacidad de instalar en los 

procesos de memoria no solo que ya no 

hay (identidad, yo, relaciones sociales, 

movimiento contestatario), sino que en 

verdad nunca hubo.” (2012: 88). 

Reflexiones finales

Articular históricamente el 

pasado no significa conocerlo 

‘como verdaderamente ha 

sido’. Significa adueñarse 

de un recuerdo tal como 

este relampaguea en un 

momento de peligro. (W. 

Benjamin 2008). 

El historiador italiano Enzo 

Traverso hace algunas reflexiones 

interesantes sobre el auge de la 

memoria desde finales del siglo XX, 

considerando que si bien la memoria se 

ha posicionado en el centro de muchas 

discusiones actuales, hay una tendencia 

importante a considerar el tema desde 

el exclusivo ángulo de las víctimas, sin 

considerar la identidad política de las 

mismas, sus resistencias y luchas. 

Con la caída del muro de Berlín 

como hecho simbólico, señala Traverso,  

las memorias del movimiento obrero 

(y de otras luchas) ha sido sacada 

de circulación. Sin un referente de 

futuro, a pesar de la importancia de la 

memoria, se ha desactivado su carácter 

subversivo. 

Hablando de lo que sucede 

actualmente en España con el trabajo 

de exhumaciones e investigación de las 

víctimas del franquismo, señala: “Las 

víctimas habrán recuperado un nombre, 

pero las razones de su muerte se habrán 

vuelto incomprensibles” (Traverso 

2012: 307). Esta es una reflexión que 

bien vale la pena tener en cuenta para 

el caso de las víctimas de la represión 

brutal del ejército guatemalteco. 

Si bien es posible observar que 

el lugar de la memoria de las víctimas 

ha ido abriéndose espacio (incluyendo 

el paciente trabajo que permitió llegar 

al juicio por genocidio), las luchas y 

las resistencias que los hacían también 

sujetos políticos, han quedado al 

margen o han sido negadas. 

No basta con decir que en 

Guatemala sí hubo genocidio para 

replicar a la postura negacionista de 

militares, empresarios y otros sectores 

conservadores. Tampoco basta una 

correcta definición del genocidio que 

permita, finalmente, juzgar y condenar 

a los culpables. 

Olvidar el carácter político de la 

práctica de las víctimas resulta parte de 

la realización simbólica de las prácticas 

genocidas que, posteriormente a los 

hechos consumados, implica la negación 

de identidad de los que creyeron en 

algo distinto a la vil reproducción de 

un sistema que asesinaba (y sigue 

asesinando). Entre la expresión “en algo 

estaban metidos” que sirvió como una 

forma de negar el terror que produjo 

el accionar contrainsurgente y el “eran 

solo víctimas” se encuentran formas de 

narración que sirven para “realizar” las 

prácticas genocidas.

El juicio contra Efraín Ríos 

Montt y Mauricio Rodríguez Sánchez 

por genocidio y delitos contra deberes 

de humanidad permitió reanudar con 

fuerza y profundidad una cita pendiente: 

la cita con un pasado doloroso que 

muestra la imagen de un país dividido