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Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
Una hipótesis sobre la causalidad
de las prácticas genocidas en
Guatemala
Comparado con las modernas
masacres “tecnológicas” de la historia
reciente, lo ocurrido en Guatemala fue
bastante “artesanal”, especialmente
respecto de lo sucedido en Auschwitz o
Hiroshima, eventos que implicaron una
complejidad tecnológica mucho mayor.
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Sin embargo, esto no debe hacer olvidar
dos aspectos importantes del problema
como se indican a continuación.
El primero es que, pese a la
existencia de los campos de exterminio
como la expresión “más acabada” de la
acción genocida nazi, también existió
el “genocidio de bala”, que se llevó
a cabo por la acción de los infames
einzatzgruppen de las SS en Polonia
y en el frente oriental, que incluyeron
prácticas muy parecidas a las que se
vivieron en estas latitudes. De hecho,
hay paralelismos importantes entre la
masacre de Jozefow (primera masacre
del batallón 101 de policías alemanes)
con la masacre de Cuarto Pueblo, según
la reconstrucción que realiza Ricardo
Falla (Browning, Ch. 2002; Falla, R.
1992), lo que permitió establecer
algunas conexiones entre ambos
procesos (pese a las argumentaciones
sobre la singularidad del primer caso).
En segundo lugar, al margen de
las importantes diferencias tecnológicas
entre los procesos de aniquilamiento
de grupos sociales citados, no se debe
inadvertir la racionalidad que existe en
el accionar contrainsurgente del ejército
guatemalteco. Como toda institución
moderna,
requiere
de
aspectos
8 Respecto a la comparación con Auschwitz e
Hiroshima como hitos históricos del siglo XX, ver
traverso, E. 2001.
logísticos y de planificación bastante
racionalizados para poder funcionar,
así como de una estrategia concebida
racionalmente y que se expresa en los
planes elaborados así como en el propio
desarrollo de la acción del ejército en las
campañas de los años 82-83, momento
clave en la destrucción de la base social
de apoyo de la guerrilla y, por tanto, de
la victoria militar (Gramajo, H. 2000).
Estos elementos ayudan a considerar
que existe una racionalidad en la
barbarie y que no es producto del azar.
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Ahora
bien,
el
carácter
contrainsurgente tiene como punto en
común la destrucción o debilitamiento
de ciertos grupos (agrupados en la
figura del delincuente subversivo)
y, más allá, la reorganización del
conjunto social. En otras palabras, nos
encontramos con un caso claro de lo
que Feierstein llama “prácticas sociales
genocidas”. Aunque existan diferencias
importantes, los crímenes tuvieron
como objetivo primario la destrucción
de los sujetos políticos que expresaran
desacuerdos frente al ejercicio del
poder y las formas bastante atrasadas
e injustas de distribución de la riqueza.
En otras palabras, lo anterior
significa que las prácticas genocidas
no se realizan únicamente por una
adscripción identitaria de las víctimas,
sino por la expresión de relaciones
sociales que incluyen esas identidades
y va dirigida a los sujetos como
portadores/expresiones de relaciones
sociales.
9 Lo que no impide para considerar que hay algo
refractario al pensamiento cuando se busca
encontrar el fondo de la maldad expresado en los
actos de barbarie que incluyen lo testimoniado por
las víctimas Ixiles (y de otros pueblos indígenas).
Esta condición es lo que Arendt llamó “la banalidad
del mal”, que no significa, por supuesto, que el mal
sea insignificante (Arendt, H. 1999).