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Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

la destrucción de las relaciones 

sociales que dichos cuerpos “portan” 

(insubordinación, autonomía política, 

solidaridad). Esto a su vez, tiene como 

objetivo el conjunto social (para que 

aprendan los demás) y la reorganización 

de las relaciones sociales. Desde una 

perspectiva afín, Torres-Rivas plantea 

que el Estado terrorista, una de cuyas 

expresiones más cabales es sin duda 

el Estado guatemalteco del período, 

tiene como fin producir “un sujeto 

aterrorizado, inmóvil, retraído, exilado 

en su interior” (2011: 24). 

En este sentido y retomando 

a M. Foucault, el sociólogo argentino 

propone comprender las tecnologías 

de poder, no solo en su sentido de 

negación o imposición, sino de creación. 

Las prácticas genocidas destruyen, 

pero también crean. Destruyen sujetos 

que no son asimilables al sistema 

social (los “delincuentes subversivos”) 

pero también buscan crear relaciones 

sociales encarnadas en sujetos pasivos, 

dóciles e inhibidos. Sujetos que 

expresen relaciones individualistas y 

egoístas, que hagan funcionar mejor el 

modelo económico, sin cuestionarlo.   

La derrota del movimiento 

revolucionario y de las luchas 

sociales y populares que confluyeron 

en un momento histórico, marcó 

profundamente la historia reciente del 

país.

6

 Fue una de las “revoluciones 

sin cambio revolucionario” a decir de 

Edelberto Torres-Rivas. Es evidente que 

hay cambios entre el antes y después de 

las matanzas y de la derrota estratégica 

del movimiento revolucionario. 

6 Solo es posible especular sobre lo que hubiera 

pasado de haber existido una victoria del movimiento 

revolucionario y de las luchas sociales y populares. 

Es muy probable que hubiera encontrado una 

resistencia feroz de Estados Unidos. 

Se 

puede 

sugerir 

que, 

conjuntamente con procesos de 

modernización tardía que se han 

efectuado inconclusamente, el trauma 

que significó lo sucedido en el país 

(incluyendo las prácticas genocidas), 

permitieron la aplicación de medidas 

de corte neoliberal sin que existieran 

grupos sociales que pudieran hacer 

una resistencia efectiva. Dicho en 

otras palabras, no solo se derrotó 

estratégicamente a la guerrilla y se 

redujo la insubordinación indígena, 

sino que el accionar contrainsurgente 

provocó la inhibición social que sentó 

las bases para el abuso político posterior 

y la implementación sin resistencias 

efectivas de medidas económicas 

antipopulares. 

Aunque siempre ha habido 

procesos de resistencia, estos dos 

procesos sociales (el trauma generado 

por el ejército y los procesos de 

modernización tardía), han sido lo 

suficientemente fuertes y profundos 

para ejercer un control más o menos 

efectivo en la historia posterior.

7

 

7 Sobre estos efectos de las prácticas genocidas 

y el accionar contrainsurgente cabe hacer algunas 

precisiones. En primer lugar que, pese a toda la 

devastación, el conflicto potenció sujetos como 

los pueblos indígenas y el sector de mujeres 

(observación de Mario Alfonso Bravo). Grupos de 

familiares, víctimas y derechos humanos ofrecieron 

una minoritaria pero importante defensa que se 

advierte en el logro de haber llevado a la justicia 

a diversas figuras (incluyendo a las del juicio por 

genocidio). Además, las condiciones sociales son 

tan malas y la práctica política tan improvisada y 

corrupta, que siempre se generan resistencias como 

las que ahora se advierten por la defensa territorial 

y contra la minería. Lo que sí se produjo, además 

de la derrota estratégica de la guerrilla, es que se 

destruyeron sujetos políticos con experiencia y 

formación política.