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Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
(abril/mayo 2013) resulta un hito en
la búsqueda de justicia y ha provocado
una discusión inédita sobre el tema en
Guatemala. Sin embargo, la discusión
producida al calor del atropellado
desarrollo del juicio, ha implicado una
reducción y simplificación que tiende
a ocultar y marginar aspectos muy
importantes sobre la significación
de la brutalidad que se juzga y que,
sobre todo, parece reproducir modos
de representación y narración que
“cumplen” con la finalidad existente
en las prácticas genocidas llevadas
a cabo por el ejército guatemalteco.
Este proceso obliga a pensar de nuevo
lo acaecido en Guatemala y tratar de dar
respuestas más elaboradas que ayuden
a comprender lo que la represión
sistemática y las matanzas provocaron
en el conjunto social guatemalteco. Por
ello, hay varias preguntas que requieren
mayor atención y discusión:
¿Cuál fue la racionalidad exis-
tente en las prácticas de represión
sistemática y de aniquilamiento del
ejército contra distintos grupos? ¿Qué
objetivos se pueden rastrear en el
aniquilamiento y en el “más allá de la
matanza”? ¿Qué conjunto de causas
y factores influyó en la realización de
dichas prácticas? ¿Puede existir una
periodización de la acción del ejército
que incluya la represión sistemática y
las prácticas genocidas? ¿Qué actores
estuvieron involucrados y de qué
forma? ¿Qué efectos provocó en la
guerrilla, en la población “objetivo” y
en el conjunto social guatemalteco?
¿Qué efectos tuvieron estas prácticas
en la administración política del
poder y en la organización social del
país? ¿Qué formas de representación
y narración se han producido al
respecto? ¿Qué perspectivas pueden
ayudar a comprender las prácticas de
aniquilamiento dirigidas contra diversos
grupos en oposición y el conjunto
social?
Este artículo trata de considerar
críticamente diversas cuestiones
sobre lo que el sociólogo argentino
D. Feierstein llama “prácticas sociales
genocidas” , que tienen que ver tanto
con lo ocurrido en el momento de la
represión sistemática y la aniquilación
de colectivos humanos agredidos,
como con las formas de representación
y narración de lo sucedido que se
extienden hasta nuestros días.
Desde ya debe señalarse que
estas prácticas poseen una racionalidad
propia que, según Feierstein, tienen
como objetivo no solo el aniquilamiento
de una fracción relevante de un
grupo humano, sino a través de tal
destrucción, la reorganización de
relaciones sociales en el conjunto
social en el que ocurren tales prácticas.
Dicha destrucción y reorganización es
detectable como objetivo de la política
contrainsurgente desarrollada por el
Estado guatemalteco.
Debe indicarse que una ventaja
para hacer este análisis es que existen
trabajos que permiten abordar este
tema. No obstante, la óptica de la
que se parte implica reorganizar la
información existente y tratar de dar
respuestas provisionales a algunas de
las preguntas arriba esbozadas.
Una precisión conceptual
La resolución 96 (I) de 1946 de
Naciones Unidas, previa a la Convención
para la Prevención y la Sanción del delito
de Genocidio de 1948, declara que: