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 Revista Espacios Políticos

Nacional, 

definió 

un 

concepto de enemigo 

interno que fue más allá 

de los combatientes, 

militantes y simpatizantes 

de la guerrilla, incluyendo 

en dicho concepto a los 

civiles de determinados 

grupos étnicos. 

111. Considerando 

el conjunto de actos 

criminales y violaciones 

de los derechos humanos 

correspondientes a las 

regiones y a las épocas 

señaladas, analizados 

al efecto de determinar 

si constituían delito de 

genocidio, la CEH concluye 

que la reiteración de actos 

destructivos dirigidos de 

forma sistemática contra 

grupos de la población 

maya, entre los que se 

cuenta la eliminación de 

líderes y actos criminales 

contra menores que 

no podían constituir un 

objetivo militar, pone 

de manifiesto que el 

único factor común a 

todas las víctimas era su 

pertenencia a un deter-

minado grupo étnico y 

evidencia que dichos actos 

fueron cometidos “con 

la intención de destruir 

total o parcialmente” a 

dichos grupos (Artículo 

II, párrafo primero de la 

convención). 

116. La investigación 

realizada también com-

probó que las matanzas, 

especialmente aquellas 

que revistieron la forma 

de masacres indiscrimi-

nadas, fueron acom-

pañadas por el arrasami-

ento de aldeas. El caso 

más notable es el de la 

región Ixil donde entre 

el 70% y 90% de las al-

deas fueron arrasadas. 

También en el norte de 

Huehuetenango, Rabinal 

y Zacualpa se incendi-

aron aldeas enteras, se 

destruyeron los bienes 

y se quemaron trabajos 

colectivos de siembra 

o cosechas, quedando 

sin alimentos las pobla-

ciones. 

Si lo anterior fue lo mencionado 

por la CEH, era evidente que el Estado 

de Guatemala, como mecanismo formal 

de investigación, debía promover 

esfuerzos para conocer de manera 

formal y oficial, si lo dicho era cierto. 

Se debe recordar que si bien el informe 

de la CEH no tiene efectos judiciales, 

sí constituye la narración oficial de los 

hechos históricos sucedidos. 

En este orden de ideas y ya en el 

plano jurídico, el Estado de Guatemala 

había suscrito los Acuerdos de Paz; 

había puesto fin a un enfrentamiento 

armado interno; había adoptado una 

serie de mecanismos para crear una 

nueva plataforma de debate, con 

el propósito de aprobar un nuevo 

marco legal conceptual para el país. 

Pero sobre todo, había adoptado una 

serie de compromisos, dentro de  la 

concepción de justicia transicional, que 

inequívocamente pretendían introducir 

acciones, políticas, leyes y esfuerzos 

para garantizar la no repetición de los 
hechos sucedidos.