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 Revista Espacios Políticos

La justicia frente 

a su espejo,

la historia frente 

a su negación

A

lejAndro

 B

Alsells

 C

onde

1

G

uatemala enfrenta un período 

crítico en su historia. No es para 

menos: se debe plantar frente a 

su pasado y esto lo encarnan quienes 

siendo niños, jóvenes o adultos, 

vivieron los momentos del conflicto 

armado interno. 

Un país situado justo en el 

centro de América, registra tres 

índices pavorosos. El primero, haber 

tenido desde el Estado la peor y más 

cruenta política tendente a ejecutar 

a opositores de forma selectiva en 

las áreas urbanas; algo a lo que ni el 

“Plan Cóndor” se acercó someramente.  

El segundo, ser el país con el mayor 

número de desaparecidos en todo el 

hemisferio, práctica que fomentó el 

coronel Enrique Peralta Azurdia desde 

el primer gobierno militar en el siglo 

XX, habiéndose reconocido al dirigente 

1 Abogado y Notario por la Universidad Rafael 

Landívar de Guatemala, miembro del Centro para 

la Defensa de la Constitución (CEDECON), de cuya 

directiva fue recientemente vicepresidente.

obrero comunista, Víctor  Manuel 

Gutiérrez, como una de sus primeras 

víctimas. Esta práctica se incrustó 

en la institucionalidad estatal y fue 

parte del paisaje del país. A ello se 

sumaron los raptos colectivos en sedes 

sindicales o estudiantiles, perpetuados 

por elementos del Estado durante 

el gobierno de Romeo Lucas, con su 

natural desprecio a cualquier límite 

y sin contemplaciones. Por último, 

también se dio la mayor represión 

institucional en áreas rurales. Si bien la 

guerra en Nicaragua y El Salvador fue 

salvaje e hizo que se sumaran a ella 

distintos sectores sociales, lo ocurrido 

en Guatemala no tiene comparación, al 

desnudar algo sencillo y atroz, que aún 

nos persigue. En este pedazo de tierra 

la vida ajena vale menos que nada. 

El gobierno presidido por Álvaro 

Arzú -conservador-, pasó a la historia 

y logró lo que ningún otro presidente 

había podido hacer 36 años antes: 

firmar con la insurgencia el fin del 

enfrentamiento armado. En pleno 

patio del Palacio Nacional -hoy Palacio 

Nacional de la Cultura-, dirigentes 

de la Unidad Revolucionaria Nacional 

Guatemalteca (URNG) suscribieron el 

último de los acuerdos, junto con los 

representantes del Estado. Terminó, por 

lo menos de manera formal, el proceso 

de negociación y se pudo así afirmar, 

por críticos y teóricos, que Guatemala 

culminaba su proceso de “transición” 

hacia la democracia, para entrar en una 

clara fase de “consolidación del régimen 

democrático”. 

La Constitución actual, pro-

mulgada en 1985, fruto del debate 

político entre los actores del momento, 

enmarcó el cuadro jurídico que 

permitía la discusión de las acciones 

que podrían lograr en cuatro puntos