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Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
a votar nulo. En un contexto tan incierto, se produjo la accidentada
declaratoria de suspensión del antejuicio del presidente Otto Pérez por
el Congreso de la República, su posterior orden de captura y la renuncia
del propio presidente, antecedidos por una masiva movilización nacional
de protesta el 27 de agosto.
Concluida la primera vuelta del 6 de septiembre, pudo establecerse que
la participación electoral fue la mayor desde 1985 y que la proporción
del voto nulo y en blanco es la más baja desde aquella fecha hasta hoy.
Como consignas, aquellos llamamientos fueron un total fracaso. En este
sentido, hay que destacar los efectos de la renuncia del presidente Otto
Perez. La misma se vivió como un éxito por parte de amplios sectores
de la ciudadanía, lo que indudablemente contribuyó a despertar su
interés por asistir a las urnas durante la primera vuelta. La euforia,
sobre todo la de las clases medias urbanas, no facilitó que las mismas
percibieran la coincidencia y el peso de los intereses de otros actores
sociales o internacionales —como el empresariado organizado o la
Embajada estadounidense—. Por ello, las clases medias tendieron a
adjudicarse para sí todos los méritos.
Jimmy Morales, un cómico y actor casi desconocido en el mundo de
la política, con un oscuro partido formado por veteranos militares y
que logró beneficiarse de la imagen de honradez y anti corrupción que
sus principales contrincantes fueron perdiendo, principió a crecer en la
intención de voto, paralelamente con el desarrollo de la crisis de abril.
Llegó a situarse así, en el primer lugar de la mayoría de encuestas
y triunfar en la primera vuelta. En este sentido, buena parte de su
éxito fue más bien, obra del votante anónimo que de la estrategia
deliberada y consciente del candidato, quien contó con pocas semanas
para catapultarse al primer lugar. Y aunque recibió apoyos y logró
realizar alianzas que al final fructificaron, ello se concretó cuando la
crisis política ya se encontraba avanzada. Así, lo que es importante
destacar para los fines del éxito de Jimmy Morales, es la proporción
importante de ciudadanos y ciudadanas que se sensibilizó a las críticas
de corrupción hacia los partidos políticos tradicionales y sus candidatos
y lo adoptó como una figura creíble para votar por él.
La ciudadanía guatemalteca ha sido desde 1986 a la fecha,
tradicionalmente conservadora y temerosa. En sus mejores momentos
—inmediatamente después de la firma de la paz—, los partidos políticos
de izquierda no llegaron a superar el 12% del total de votos. Es dable
por ello pensar que las movilizaciones de rechazo e indignación en
contra de la corrupción de la administración del expresidente Otto
Pérez, tuvieron un límite al momento de las elecciones: el temor a
lo desconocido. Así y en lugar de abstenerse de participar o de votar
nulo o en blanco (para mostrar su rechazo al sistema político y de
partidos, tan denunciado y criticado en los últimos meses), prefirió
adoptar al “candidato de la antipolítica”, al cómico y actor que solo
marginalmente había participado en las elecciones a alcalde en 2011,
en un municipio vecino de la capital y obtenido, un modesto tercer
lugar. Es esta la situación al momento de concluida la primera vuelta
electoral. Y como suele ocurrir en otros países con los “candidatos de